lunes, 21 de mayo de 2012

El cerebro, el ojo y la mano



La cerámica arqueológica, por contraste con el brillo del oro precolombino, es común verla como un utensilio rústico. Se le aprecia también como algo más artesanal que estético, quizá por considerar, desde la era industrial, el trabajo manual como “irreflexivo” frente al trabajo “intelectual”, por relacionarse con tareas rutinarias y repetitivas.

Así vista se habría originado más en la rutina de la mano que en el entendimiento analítico o en la impresión estética, y sus formas simbólicas y rituales se entienden como simple imaginería fantástica.  Pero haber producido esta cerámica a mano y sin ayuda del torno -instrumento mecánico - dice mucho de quienes la elaboraron. Jean Brun en El espíritu y la mano (1975) recuerda a Aristóteles en su Historia de los animales (siglo iv a. de C.):

El ser más inteligente es aquel capaz de emplear bien el mayor número de utensilios: ahora bien, la mano parece ser no un utensilio, sino varios, pues por decirlo así, es un utensilio que sustituye a los demás. Ha sido por tanto, al ser capaz de adquirir el mayor número de técnicas aquel al que la naturaleza ha dado el utensilio más útil con mucho: la mano.



Continúa Jean Brun en El Espíritu y la mano citando a Galeno (siglo II d.de C.) quien en su obra De la utilidad de las partes del cuerpo humano, insiste sobre la posición de las articulaciones de los dedos y de la muñeca, que permiten a la mano asir y crear diferentes formas y volúmenes,  grandes o pequeños: los objetos esféricos,  los cuerpos planos y los que son cóncavos,

porque la mano tiene el privilegio de poder adaptarse a todas las formas, ya que todas las formas resultan de la reunión de tres especies de líneas, convexa, cóncava o recta

      

              

Luego Brun hace notar que la forma es la única cosa accesible a dos sentidos diferentes: el sonido no existe más que para el oído, el olor para el olfato, el sabor para el gusto, pero la forma es a la vez para el ojo que la ve y la mano que la toca. Entonces deduce:

que la forma pueda ser algo a la vez para el ojo y para la mano, es una situación a la vez trivial y profunda; porque ese “algo” de que se trata es totalmente diferente en cada uno de los casos: el ojo comprende la forma,  la mano la conoce

En la cerámica precolombina observamos imaginación para asimilar la naturaleza, la vida cotidiana, sus mitos y sus ritos, con experimentación plástica. Establecían con su obra una comunicación sentiente y racional al mismo tiempo  parafraseando a Adela Cortina. Por eso en pedagogía pre-escolar, técnicas plásticas como colorear, puntear, recortar, modelar, no son simples “manualidades”, se fundamentan en que lo hecho con las manos, parte del cerebro y culmina en él, como anota Sara Urazán en su monografía Cerámica: Imagen y Conocimiento (1999).

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